abr 4, 2023 Ryan Petry
abr 4, 2023 Ryan Petry

La aventura de Ryan Petry en los Apalaches

Nuevo territorio. Nueva bicicleta. Ryan Petry se dispone a emprender una ruta por los Apalaches, pero no todo sale según lo previsto.

La aventura de Ryan Petry en los Apalaches La aventura de Ryan Petry en los Apalaches

Me metí en esto del ciclismo porque no tenía dinero para comprarme un coche y quería poder moverme. Me encantaba la sensación de libertad, aventura y emociones que me daba la bicicleta... o eso creía yo. Han pasado 26 años y aunque mi vida ha cambiado significativamente desde que tenía 5 años, sigo teniendo las mismas razones que entonces para montar en bicicleta.

Me llamo Ryan Petry y tengo la inmensa fortuna de montar en bicicleta y ganarme la vida contando historias sobre este deporte. Soy profesional desde hace 10 años y he pasado de competir en triatlón al ciclismo de montaña de resistencia. He competido al más alto nivel en muchas de las carreras de bicicleta de montaña de 1 día más exigentes de mi país y he vivido grandes aventuras desde mi casa en Boulder, Colorado (Estados Unidos).

Canyon Neuron

Una aventura en la nueva Neuron

Cuando desde Canyon me hablaron de la nueva Neuron, me preguntaron si me apetecía preparar una aventura para respaldar el lanzamiento de la bicicleta. ¡Y me encantó la idea! ¡Era una oportunidad increíble!

“Si pudiera ir a cualquier lugar con esta bicicleta, ¿a dónde me gustaría ir?”

He dedicado toda mi carrera a explorar Colorado y los estados a los que podía llegar fácilmente en coche. Me habían hablado de lo diferente y divertido que era rodar por la costa este, y como estábamos en invierno, pensé en los estados del sureste estadounidense.

Neuron CF
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Destino Asheville

Tengo amigos que han competido en Pisgah Forest, cerca de Asheville, Carolina del Norte, y recuerdo cómo me comentaban que la ruta era espectacular y muy técnica. Pero los tramos técnicos nunca han sido mi fuerte, porque desde pequeño me dediqué a la velocidad y la resistencia. Siempre he intentado evitar las carreras más técnicas porque sabía que no iba a hacer buenos tiempos, y, sinceramente, los desniveles fuertes y los pedregales me daban miedo. He trabajado mucho para intentar mejorar a lo largo de los años, pero todavía me da envidia cuando veo a otros ciclistas muy jovencitos en bicicleta de montaña, de saltos o BMX superar como si nada cualquier obstáculo que se les ponga por delante.

En cuanto apareció en mi radar la opción de ir a Pisgah Forest, supe que era el sitio al que quería ir con la bici. No iba a competir y contaba con una bicicleta diseñada para inspirar confianza sobre terrenos más técnicos. Ya había tomado la decisión, y ahora llegaba la hora de empezar a buscar rutas y lugares conocidos por la zona. Tendría 3 días para explorar una zona que no conocía y quería estar seguro de ver lo mejor de lo mejor, tanto a los pedales como al bajarme de la bici. Encontré en Bikepacking.com una ruta llamada Appalachian Beer Trail, un recorrido pensado para pasar 4 días descubriendo la zona, pero centrado en las visitas a cervecerías. Utilicé este recorrido como base para crear mi ruta, y recurrí a uno de mis patrocinadores, Industry Nine, con sede en Asheville, para que afinara los detalles.

Una vez fijada la ruta, reservé alojamiento en AirBnb en los lugares donde pensaba parar. El plan era comenzar en Black Mountain, ir a Asheville, luego al pueblo de Pisgah Forest y terminar en Brevard. Eran un total de 225 km (140 millas) con un desnivel acumulado de 4500 m (15 000 pies) en 3 días; era una ruta exigente, y tocaba ahora centrarse en la preparación física.

Canyon Neuron

Puesta a punto de la nueva Neuron

Uno o dos meses antes del viaje, dediqué todo el tiempo posible a rodar en la bicicleta nueva y, entre una tormenta de nieve y la siguiente, aprovechaba las salidas por la montaña para ajustar los reglajes. Cuando no podía salir a rodar por los senderos, echaba mano de mi bicicleta gravel o me machacaba un buen rato en los rodillos. Para variar los entrenamientos, hacía rutas a pie con mi hijo de 10 meses a la espalda, salía a correr por la montaña, o hacía entrenamiento de fuerza en el gimnasio. Esta fue la primera vez en mi vida en la que mi motivación para ponerme en forma no era la competición, sino simplemente poder vivir una gran aventura y disfrutarla.

En esta zona de Carolina del Norte es habitual que llueva en esta época del año, y no me hacía mucha gracia rodar por senderos con el suelo resbaladizo y repletos de piedras y raíces. Y así llegó el día de preparar la bicicleta, meter en una bolsa la ropa más abrigada y resistente al agua que tenía y dirigirme al aeropuerto.

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Llegada a Carolina del Norte

Me acompañaban un par de directores de rodaje con los que había colaborado en mi proyecto “Best Week Ever”. Al aterrizar, recogimos el equipaje, lo subimos a una furgoneta y nos dirigimos al pueblo de Black Mountain, desde donde comenzaríamos la ruta a la mañana siguiente. Durante el viaje, miré por la ventana para observar un paisaje que veía por primera vez. Las montañas eran mucho más grandes de lo que había imaginado, aunque la mayoría de los picos estaban cubiertos por la niebla y las nubes. Estaba deseando salir a rodar por las montañas y dar comienzo a esta aventura que llevaba planeando varios meses. Después de montar la Neuron, cenamos algo rápido, un ratito de FaceTime con mi mujer Maddie y me puse a preparar la ropa para el día siguiente antes de relajarme y acostarme.

Canyon Neuron

¡Listo para rodar!

Con el cambio de zona horaria, la noche se me hizo más corta. Salté de la cama para ver cómo estaba el tiempo. No estaba lloviendo, pero tenía toda la pinta de que iba a llover. El plan de hoy era recorrer una ruta llamada Kitsuma, uno de los descensos más famosos de la zona, y luego navegar por carreteras secundarias interesantes hasta llegar al centro de Asheville. Le había echado un vistazo en YouTube y tenía muchísimas ganas de hacer la ruta Kitsuma, pero no tenía las cosas tan claras porque me iba a encontrar mucha agua.

Tardé poco en llegar desde el alojamiento hasta la cabecera de la ruta, y ahí tocaba empezar a subir. El tramo inicial fue empinado y semitécnico, sobre todo por las raíces mojadas que dificultaban la rodadura. Había oído que los caminos de esta zona drenan bien el agua y ahora lo estaba comprobando. No había barro y, aparte de las piedras y las raíces, la tracción era estupenda. La Neuron se portó muy bien en el ascenso y, mientras subía por terrenos que no conocía, adquiría la confianza que necesitaba de cara al descenso.

En rutas exigentes como esta, suelo ser conservador. Con tantos kilómetros por recorrer y el tiempo y los recursos que había dedicado para hacer este momento posible, quería rodar a gusto, sin excesos, porque era importante poder terminar toda la ruta. Con todo esto en cuenta, me lancé a recorrer el infame descenso de Kitsuma. No habían pasado ni 10 segundos y ya estaba gritando y chillando de emoción. Esta bicicleta, esta ruta. Por eso estaba ahí. A la salida de una curva, me encontré con un terraplén y frené en seco. Me lo estaba pasando en grande, pero esto me recordó que había que andar con cuidado y rodar más despacito.

Toda aventura tiene su desventura

Markus, el fotógrafo, se adelantó para buscar un buen lugar donde hacer fotos. Después de 3 o 4 pasadas por una curva que tenía buena pinta, me sentía cada vez más seguro. Markus retocó los ajustes y los ángulos de la cámara y me pidió que volviera a dar una pasada. Remonté por el sendero, le di la vuelta a la bici, avancé pedaleando con fuerza por encima de todas las piedras y mientras me concentraba en buscar el mejor peralte…... solo recuerdo ver que el suelo se acercaba a la cara, saqué las manos, pero me di un buen golpe en la cabeza.

Grité en una mezcla de agonía y frustración. En ese momento, supe que el viaje corría peligro. Cuando me caigo con la bici, lo primero que hago es pasar lista. ¿Está bien la bicicleta? ¿Tengo algún hueso roto? ¿Tengo todos los dientes en su sitio? ¿Voy a necesitar puntos? Me goteaba sangre por la cara y todavía me quedaban 6 km (4 millas) de descenso hasta llegar al coche. Aproveché el subidón de adrenalina y no perdí tiempo en el descenso. Estaba concentrado, asustado y frustrado, todo a la vez. Bajé por la pendiente mojada y resbaladiza con todo el cuidado del mundo. Me negaba a admitir que esta caída pudiera afectar a los planes que tenía para el fin de semana, pero me di cuenta de que la cosa no pintaba bien a medida que empezaban a dolerme más y más las manos y la cabeza.

Llegué al coche sin contratiempos y muy dolorido. Mientras el equipo cargaba las bicicletas, me senté un rato y me dejé llevar por las emociones. Mientras íbamos de camino al centro médico de urgencias de Black Mountain, llamé por teléfono a mi Maddie, que intentó calmarme. Sé que las caídas son parte de este deporte y sabía que no me iba a pasar nada, pero mi mente seguía procesando ideas a velocidad de vértigo.

Canyon Neuron

Evaluación de los daños

En el centro médico, me revisaron el cuerpo y la cabeza y me pusieron unos puntos en la ceja. Tenía las manos muy magulladas por el impacto, pero lo que más me preocupaba era la cabeza y la posibilidad de que hubiera sufrido una conmoción cerebral. En 2021, en la Unbound Gravel sufrí una caída grave con conmoción cerebral, un recordatorio de lo frágil que puede ser nuestro cerebro. El médico me dijo que estuviera atento a los síntomas y, cuando le conté los planes que tenía, me aconsejó que me lo tomara con calma el resto de día, que descansara bien por la noche y que viera cómo me sentía por la mañana.

Creo que muchas personas siguen con sus actividades como si nada a pesar de sufrir una conmoción, porque los síntomas no son tan evidentes. Los síntomas pueden ser muy leves y casi pasar desapercibidos. Mientras paseaba por el centro de Asheville esa noche, estaba atento en todo momento a cualquier síntoma de que algo no fuera bien. Me sentía un poco raro y noté un poco de sensibilidad a la luz y al ruido. Tenía muchísimas ganas de estar bien al levantarme a la mañana siguiente para poder seguir pedaleando, pero, en el fondo, sabía que sería una decisión irresponsable. Me desperté, caminé un poco y me sorprendí al ver que sentía la cabeza mucho mejor. No podía evitar la tentación de vestirme y salir a rodar, pero todavía me rondaban las sensaciones de la noche anterior.

El coste emocional de una caída

Me costó mucho decidir que había llegado el momento de dejar la aventura por todo el esfuerzo que había puesto y porque me sentía muy agradecido a Canyon por la oportunidad que me había dado. A medida que avanzaba el día y asumía la realidad, la verdad es que sentía una gran frustración por no estar pedaleando en la montaña. Así, me encontré con que me quedaban 3 días en Asheville antes de volver a casa, y decidí aprovechar al máximo el viaje y explorar a pie. No era lo que había planeado ni lo que esperaba hacer, pero al menos no desperdiciaba la oportunidad. Me gustó mucho ver varios pueblos y tenía la suerte de disponer de tiempo para descubrir la zona.

Planes para la familia y el futuro

De vuelta en Boulder, tomé algo más de tiempo para recuperarme. Hice unas cuantas excursiones facilitas a pie, entrené con el rodillo y dejé que pasara el tiempo para asimilar lo que había pasado. Sigo apenado porque no disfruté de la experiencia que había planificado y para la que había entrenado, pero también descubrí que toda la planificación de este tipo de aventuras es ya de por sí una experiencia gratificante y emocionante. Resulta interesante ver que, muchas veces, las cosas de la vida que nos hacen sentir más vivos también tienen un componente de riesgo. Sí, esta vez mi nueva bicicleta y yo nos hemos estrellado contra el suelo, pero sé que me esperan muchas otras aventuras, y por eso estoy deseando volver a levantarme, echar la pierna por encima de la barra de la bici y no dejar de intentarlo.

Me he sentido ansioso y motivado a la vez por planificar otra gran aventura pronto y poder conseguir una revancha con esta bici tan increíble. En estos momentos, los caminos de Colorado se encuentran sepultados bajo la nieve, pero no os quepa duda: una vez que esta se derrita, allí estaré otra vez con mi Neuron. ¡Que empiecen la planificación y los sueños… una vez más!

Ryan Petry

Quién es Ryan Petry

Ryan Petry, ciclista de montaña profesional y productor, reside en Boulder, Colorado (Estados Unidos). Lleva una década compitiendo al más alto nivel en varias de las pruebas de resistencia de un día más exigentes de Estados Unidos, y ahora ha encontrado el equilibrio entre vivir grandes aventuras por su cuenta y seguir trabajando en la industria para educar e inspirar a otros ciclistas que quieren soñar a lo grande y desatar todo el poder de sus bicicletas.

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  • Ryan Petry
    Sobre el autor

    Ryan Petry

    Ryan Petry, ciclista de montaña profesional y productor, reside en Boulder, Colorado (Estados Unidos). Con más de una década de experiencia compitiendo al más alto nivel en carreras de resistencia de un día, ahora Ryan equilibra su amor por las grandes aventuras con la educación e inspiración de otros en la industria del ciclismo. Acompáñale en su viaje mientras continúa soñando a lo grande y liberando el poder de las bicicletas.

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